El nombre de la rosa – La miniserie

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Los nombres de la rosa

 

La primera vez que oí hablar de «El nombre de la rosa» fue a principios de los años 1980, poco después de la publicación de la novela de Umberto Eco. El libro causó furor en todo el mundo, tanto por la interesante historia como las innumerables referencias que traía, con el icónico Sherlock Holmes, detective creado por Conan Doyle.

Un cierto día, estaba hablando con un querido tío, también amante del cine y la literatura. Al oír algún comentario en la televisión, él contó que había ido a visitar a un amigo en el hospital, y vio el libro al lado del paciente. Lo primero que el amigo le pidió fue que no dijera ningún spoiler, porque estaba amando el libro y con muchísimas ganas de conocer el final. Mi tío estuvo de acuerdo y le dijo que ya estaban haciendo la película en algún lugar de Alemania, y habían construido una biblioteca sólo para quemarla en el final. El amigo casi estrangula a mi tío, y mientras él me contaba eso entre risas, tuve que recordarle que yo tampoco había llegado al final del libro! …

Bueno, spoilers aparte, la famosa biblioteca es quemada en el libro, en la película homónima de Jean-Jacques Annaud («Der Name der Rose», ALE / ITA / FRA, 1986), y en la recentísima miniserie «El nombre de la rosa» («The Name of the Rose», ITA / ALE, 2019). Tal vez este sea el único punto en común, ya que son tres obras diferentes intentando contar la misma historia.

El libro «El nombre de la rosa» es ciertamente la obra maestra de Umberto Eco, un genio con las palabras, que nos ha legado una obra riquísima en datos históricos de una época particular de la historia de la humanidad, con una profusión de detalles que saca el aliento del lector al enfrentar la lectura de los primeros capítulos.

Transformar seiscientas páginas de literatura en película es una misión casi imposible, ya que son lenguajes diferentes, y hay que traducir en imágenes escenas que se recrean a partir de palabras en el cerebro de cada lector. Además, es necesario que el guionista posea un poder de síntesis fantástico, para conseguir condensar en 130 minutos los puntos principales de la novela, eliminando las redundancias de la literatura y facilitando al editor imprimir un ritmo agradable y sorprendente a la película.

No hay duda de que la película de Annaud, protagonizada por Sean Connery y Chistian Slater, consiguió su lugar en el panteón de las grandes obras del cine, consiguiendo quince premios y cinco nominaciones. Por supuesto que hubo puntos del libro que fueron dejados de lado en la película, pero eso es parte del proceso de transposición de la literatura al cine. Sean Connery consiguió encarnar de tal manera el personaje Guillermo de Baskerville, que quedó incómodo y casi imposible para cualquier actor repetir el carácter.

Cuando supe que se había hecho una miniserie con el mismo tema, confieso que me quedé dividido sobre eso. Me encanta el libro y también la película 1986, y ya tenía miedo de cómo sería esa transposición a la televisión, ya que fue producida por la RAI italiana, pero con actores americanos y hablada en Inglés.

Considerando la profundidad de la obra de Umberto Eco, no hay duda de que el formato de miniserie permitiría explorar mejor todos los matices de la historia original. Sin embargo, lo que vimos en la pantalla fue la adición de historias paralelas que tenían poco que ver con la trama principal. Se introdujeron personajes nuevos, sin importancia en la historia, y que fueron descartados sin mayores preocupaciones.

Y aunque dispusiera de un espacio enorme, ya que fueron diez capítulos con una hora de duración cada uno, sin embargo, fueron resumidos y simplificados fragmentos de la historia original que quedaron hasta mejor en la película de Annaud.

John Turturro se esfuerza mucho para crear un Baskerville con identidad propia, pero además de ser difícil competir con la imagen del personaje de Sean Connery, sus propias limitaciones lo impiden de lograr un mejor resultado. Rupert Everett no tiene mejor suerte como el villano Bernardo Gui, creando un carácter superficial y poco creativo.

Hablando de la creatividad, furon observados algunos cambios inquietantes en la historia en relación al libro. El final de la miniserie trae un destino diferente para algunos caracteres, lo que sugiere que puede haber otras temporadas. Obviamente, la historia tendrá que ser otra, pues lo escrito por Eco ya estaría agotada en los diez episodios. Lo que venga, si viene, será por cuenta de los guionistas.

Es posible que el espectador que nunca haya leído el libro o visto la película de Annaud venga a gustar la miniserie. Es una historia con idas y venidas, asesinatos y secretos, referencias históricas y hasta algunas dosis de críticas sobre la relación de la religión con el dinero. De todos modos, «El nombre de la rosa» es tan bueno o mejor que muchos seriados que inundan los streamings y canales de suscripción. Se interesó, asista, pero ya sabe que la biblioteca coge fuego al final!

 

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