Artículo: El arquitecto del mal

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El reciente proceso electoral brasileño parece haber sumergido buena parte de la población en el más absoluto oscurantismo, llevando a pensar que esas personas nunca estudiaron Historia, ni tienen conciencia de que están coqueteando con un peligroso movimiento autoritario.

Claro que para muchos eso no pasa de bazófias de campaña, bravatas sin ninguna intención de ser ejecutadas. Pero la historia demuestra que, si bien que monstruos como Hitler son raros, son muchos los seguidores que interpretan y ejecutan sus más locos deseos y proposiciones. Es decir, son personas comunes que cometen actos monstruosos.

Uno de estos personajes fue Otto Adolf Eichmann, uno teniente coronel de las SS asignado para gestionar la logística de la deportación en masa de Judios a guetos y campos de exterminio. Él investigó maneras prácticas y eficaces de ejecutar judíos, gitanos, homosexuales y otros «enemigos del estado alemán».

Después de probar el fusilamiento y sofocación de los prisioneros en camiones con los gases del escape, fue adoptado el uso del gas Zyklon-B, y se creó toda una sistematización para el exterminio masivo en numerosos campos como Dachau, Treblinka, Auschwitz-Birkenau y muchos otros.

Eichmann fue siempre muy cuidadoso para evitar dejar rastros de sus acciones, que le podrían incriminar en el futuro. Como muchos otros oficiales alemanes, salió de Alemania tras el final del conflicto usando documentos falsos, y se refugió en Argentina, país que se había mantenido neutral durante la guerra.

Pero, en 1960, Eichmann fue encontrado por el Mossad, el servicio secreto israelí. En una operación audaz, un grupo de agentes secuestró al alemán y lo condujo a Israel. Allí fue sometido a un juicio conturbado, que tuvo repercusión mundial. Condenado a la muerte, fue ahorcado el 1 de junio de 1962.

Muchos se preguntan cuál fue la importancia de las actividades de Eichmann, un oficial de media patentes. Pero además de su eficiencia en la ejecución del Holocausto, Eichmann era un hombre extremadamente frío y calculador, que resistió hasta el final para admitir su culpabilidad. Su juicio, sin embargo, permitió dar visibilidad a los horrores del Holocausto, que nadie quería investigar, ni siquiera los propios judíos. Algo parecido a la actitud que tenemos con respecto a los desmanes de nuestra dictadura.

Hay tres grandes películas sobre el tema, y ​​cada una trae un enfoque diferente. La más reciente es la «Operación Finale» («Operation Finale», EE.UU., 2018), donde Ben Kingsley vive el oficial alemán. Esta película narra la operación realizada por el Mossad para secuestrar a Eichmann en Argentina y llevarlo a Israel. La película es romantizada con elementos de acción para hacerla más agradable al público en general.

La segunda película, «El Eichmann Show» («The Eichmann Show», EE.UU., 2015), trata la cobertura del juicio de Eichmann en Israel. Sometido a una gran presión, tanto por la población judía, que no entendía porque necesitaba un juicio, como por los nazis restantes, los periodistas Milton Fruchtman (Martin Freeman) y Leo Hurwitz (Anthony LaPaglia) hacen la cobertura de proceso, que se convirtió en el el primer juicio del mundo con divulgación mundial. La película fue bastante enriquecida con imágenes reales tanto del juicio como de los campos de exterminio.

La tercera película, «Eichmann» (EE.UU., 2007), muestra el período comprendido entre el secuestro y el juicio. A través de la perspectiva del Capitán Avner Less (Troy Garit), la película muestra los interrogatorios realizados por el policía con Eichmann (Thomas Krestschmann), devassando diversas etapas de la vida del alemán y sus muchas atrocidades.

Con frialdad y cinismo, Eichmann desafía a Avner en un juego psicológico en el que parece tener dominio absoluto. Sometido a la tremenda presión de la opinión pública israelí y mundial, Avner es el único que tiene contacto directo con el alemán, y trata de todas las maneras de llevarlo a la admisión de culpa por sus crímenes.

Estas tres películas permiten una visión de un hombre común dotado de poderes que lo llevaron a cometer actos inominables, movido simplemente por la excusa de la jerarquía y de atención a los deseos de su líder supremo. ¿Será que ya no estamos viendo aquí en Brasil indicios de actitudes semejantes, incluso antes de la definición de las elecciones?

Recomiendo a todos que asistan a estas tres películas, para que recuerden lo que el ser humano es capaz, principalmente con la banalización del mal, fenómeno percibido por la filósofa y escritora Hannah Arendt, ella misma una sobreviviente de campos de concentración, y que actuó como periodista en la cobertura del juicio de Eichmann.

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