Gigantes de acero

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Rocky de chatarrería

 

El boxeo es un tema frecuente en el cine, con cientos de títulos, algunos de ellos verdaderamente antológicos, como «Toro salvaje» («Raging Bull», EE. UU., 1980), «Golpes del destino» («Million Dollar Baby», EE. UU. , 2004), “Rocky” (EE. UU., 1976) y “Rocky Balboa” (EE. UU., 2006). La película “Gigantes de acero” (“Real Steel”, EE.UU., 2011), de Dreamworks, asocia el boxeo con otro personaje común en el cine, los robots, con un resultado sorprendente.

El boxeo es un deporte brutal que ha estado presente en la historia de los hombres durante siglos. ¿Por qué es tan atractivo, tanto para el espectáculo real como para el cine? Esta pregunta puede tener innumerables respuestas, pero quizás sea el hecho de que es un medio para que cualquiera, con el físico y las habilidades necesarias por supuesto, alcance la fama y la fortuna.

Agregue a eso el hecho de que el deporte es fantásticamente cinematográfico, con ambos oponentes en la arena, quiero decir, en el ring, aclamados por miles de personas sedientas de sangre. Además de la plasticidad visual, siempre existe la posibilidad de lo imponderable, cuando David puede vencer a Goliat …

Aquí es donde literalmente se sostiene la película. El entorno en el que se desarrolla la acción se encuentra en el curioso futuro de 2020, cuando se han prohibido las peleas con seres humanos. Para dar rienda suelta a los amantes del deporte se encontró una solución tecnológica y más, digamos, ecológica.

La solución encontrada fue fabricar robots para reemplazar a los humanos en los anillos, y aunque literalmente se desmoronan, no hay una gota de sangre, sino mucho aceite hidráulico y un montón de piezas rotas destinadas a la chatarra. Los robots no son más que grandes juguetes operados por control remoto, sin ningún tipo de inteligencia.

Es en este inframundo donde vive Charlie Kenton (Hugh Jackman), un ex boxeador prometedor, que vio desaparecer su carrera con la prohibición de las peleas humanas. Hoy sobrevive promoviendo peleas clandestinas con robots de segundo nivel, a veces contra toros de lidia y otros oponentes exóticos.

Charlie vive completamente endeudado, metiéndose en apuestas que no puede ganar, viajando por el interior de los Estados Unidos con pocas perspectivas de algo en la vida. La única persona que lo apoya es su novia Bailey (Evangeline Lilly), que ya no puede soportar sus líos.

Un día, Charlie recibe una llamada informándole que una antigua novia había muerto y que debe hacerse cargo de la custodia de su hijo, Max (Dakota Goyo), de quien sabía que existía pero no tenía idea ni de la edad del chico.

Al darse cuenta de que la tía del niño quería quedarse con él, Charlie negocia para renunciar a la custodia a cambio de $ 100,000. El problema es que la pareja tendrá que viajar al extranjero y Charlie será quedarse con el niño hasta su vuelta.

Sin prestar mucha atención al chico, Charlie compra un nuevo robot y quiere dejarlo con su novia. Pero, el niño es mucho más voluntarioso de lo que pensaba, y prácticamente obliga a su padre a llevárselo.

La primera pelea es un desastre y el robot está totalmente destruido. Sin dinero ni robot para competir, Charlie irrumpe en un depósito de chatarra para robar piezas y construir un nuevo autómata.

Allí, se encuentran con Atom, un viejo robot de combate que era utilizado para entrenar las máquinas más sofisticadas. Metiéndolo en funcionamiento y, gracias a la insistencia del niño, Charlie usa sus propios conocimientos de boxeo para operar el robot, sin depender de los programas de computadora.

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El robot pronto atrae la atención de la poderosa liga del mundo mientras participa en una pelea preliminar, y Max aprovecha los medios para lanzar el desafío contra el luchador más poderoso de la liga, el imbatible Zeus.

Mientras lucha con ex acreedores, las deudas de su novia, las tentaciones del dinero fácil y el creciente amor por su hijo previamente desconocido, Charlie tendrá que enfrentar la batalla más importante de su vida.

A pesar de ser una película sobre boxeo y robots, “Gigantes de acero” logra ir mucho más allá, transformando una historia estéril en un drama íntimo, mostrando con gran delicadeza la dificultad de la relación entre padre e hijo. Es curioso cuando el espectador, en su momento de mayor complicidad con el autor, logra darse cuenta de que la mayor batalla no se libra dentro del ring, sino en los corazones involucrados.

La emoción que se transmite en la película le debe mucho a Jackman, que se está distanciando del personaje Wolverine, y al niño Dakota Goyo, que prácticamente lleva la película a la espalda.

Técnicamente, la película es impecable, y aunque las escenas de los robots se han producido en el ordenador, son perfectas y con una velocidad compatible con la visión del espectador, por lo que es posible acompañar todo fácilmente, y con la misma emoción de las peleas que se muestran en los títulos citados al comienzo del artículo.

El éxito de las escenas de efectos especiales de la película se debe al uso de boxeadores reales, que fueron filmados con ropas especiales, llenas de sensores y luego rehechas en una computadora. Además, se utilizaron robots reales, hasta veinte controladores, para mover cada una de sus partes.

Las similitudes con la película “Rocky” son notables, no solo con el boxeador desconocido que desafía al campeón, sino con la lucha sin fin, que se decide por puntos. Además, Zeus, en la mitología griega, era el padre de Apolo, el nombre del campeón desafiado por Rocky.

“Gigantes de acero” es una película divertida y sensible que seguramente complacerá a toda la familia. Yo recomiendo.

 

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