El día que la Tierra se detuvo

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El mundo al filo de la navaja

 

Las películas donde nuestro planeta está amenazado de destrucción son tan frecuentes que prácticamente se han convertido en un subgénero del cine. Pero siempre hay algunas películas que aportan algo nuevo a un tema tan visitado. Cuando supe que habría una nueva versión de “El Día que la Tierra se detuvo” (“The Day the Earth Stood Still”, EE.UU., 1951), cuyo original fue dirigida por Robert Wise, tuve curiosidad por saber lo que sería el enfoque de la nueva película, ya que la primera tenía un carácter abiertamente pacifista.

Gracias a los medios digitales ya tenía en mi colección la película de Wise. Con la remasterización digital, pudo revisar la película con la calidad original. De hecho, hasta los cables utilizados en una escena eran visibles, algo que en la pantalla del cine pasaba desapercibido.

La película de 1951 comienza con la llegada de un disco volador de origen alienígena que aterriza en un parque de Washington, la capital estadounidense. Rodeado de curiosos, policías y militares, un hombre vestido con un traje espacial sale de la nave y es baleado por un soldado más nervioso. Gort, el robot que acompañaba al hombre destruye las armas y solo para cuando este le da una orden.

Klaatu (Michael Rennie), el recién llegado, es llevado a un hospital donde sorprende a los médicos con lo rápido que se recupera. Un asistente del presidente estadounidense habla con él, pero Klaatu dice que el mensaje que trajo tendrá que ser comunicado a todos los líderes de la Tierra.

Al darse cuenta de que los militares querían mantenerlo preso, se escapa del hospital y se mezcla a los hombres yendo a vivir a una pensión, donde queda amigo de la viuda Helen (Patricia Neal) y su hijo Bobby (Billy Gray). Tiene la intención de conocer mejor a los hombres, mientras busca la manera de transmitir su mensaje.

Klaatu provenía de una sociedad muy evolucionada que había abolido la violencia y las guerras. Al darse cuenta de que los terranos habían descubierto la energía atómica, había venido a advertirles que si la usaban de manera incorrecta, simplemente podrían ser aniquilados.

En el remake, que tiene el mismo título, el alienígena Klaatu es interpretado por Keanu Reeves. Esta vez, la nave espacial aterriza en Nueva York. Inmediatamente rodeado por el ejército estadounidense, un grupo de científicos es llamado, y entre ellos está la astrobióloga Helen (Jennifer Connelly).

Cuando Klaatu aparece, alguien le dispara, en la vieja filosofía estadounidense de disparar primero y hacer preguntas después. El visitante es llevado a un centro de investigación del gobierno, donde se descubre que su cuerpo es exactamente el mismo que el de un ser humano. Klaatu se recupera rápidamente y se presenta a la Secretaria de Estado Regina Jackson (Kathy Bates), a quien no le agrada el recién llegado, ya que mantiene una postura silenciosa.

La misión de visitante pronto se revela. Los extraterrestres observan la evolución de la humanidad y se dan cuenta que la Tierra, uno de los pocos planetas capaces de albergar vida múltiple está siendo destruido por el hombre. ¿La solución? Destruyr al hombre, para salvar el planeta, otras especies y el medio ambiente.

El robot que acompaña a Klaatu, a pesar de estar atrapado en un bastión militar, comienza el proceso de destrucción. La forma en que lo hace es interesante, ya que se transforma en una enorme nube de pequeños insectos que simplemente destruyen todo lo tocan.

Mientras tanto, Helen lucha por convencer a Klaatu de que la Humanidad merece una oportunidad, ya que está en condiciones de cambiar, como siempre lo ha hecho a lo largo de su historia, cada vez que se enfrenta a una crisis grave. Sin embargo, para dar esta oportunidad, Klaatu tendrá que llegar a su nave antes de que la nube destructiva la alcance.

Como dije al comienzo de la crítica, la misma historia tuvo diferentes enfoques, cada uno alineado con los problemas de su época. En la película de Wise de 1951, el mundo estaba experimentando el aterrador comienzo de la Guerra Fría. Solo habían transcurrido seis años desde la explosión de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, y en 1949 fue el momento de la Unión Soviética demostrar que también podía hacerlo. La ONU, aún en su infancia, era más un concepto que un organismo activo. Nadie sabía realmente de lo que era capaz la energía nuclear, excepto matar a mucha gente.

En la película de 2008, la situación nuclear del mundo era quizás peor que en 1951, cuando solo dos países tenían armas atómicas. Hoy la bombas están en manos de varios países como Reino Unido, Francia, India, Pakistán y todavía se encuentran dispersos entre lo que queda de la ex Unión Soviética. Por otro lado, el daño que causamos al medio ambiente con derrames de petróleo, incendios, deforestación, pesticidas, etc., es quizás un peligro mucho más grave e inmediato que una posible guerra atómica.

Como cine, ambas películas son atractivas, aunque la versión original sea en blanco y negro, formato de pantalla estándar y con efectos especiales que llegan a ser divertidos, de tan toscos. La película de 2008, con un costo estimado de 80 millones de dólares, ya presenta efectos especiales altamente técnicos, aunque las escenas de destrucción apocalíptica se vuelven más realistas e impactantes con cada película.

Sin embargo, ambas películas son interesantes de ver y discutir si las amenazas que allí se presentan son reales, aunque no sea necesario que ningún extraterrestre venga aquí para destruirnos. Quienes tenemos más probabilidades de hacer esto somos nosotros mismos.

 

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