¿Qué es una película clásica?
En uno de los grupos de cine en los que participo, alguien lanzó el siguiente tema: “No vi este clásico”. Desde lo alto de mis 64 primaveras y amante del cine desde que tenía seis años, esperé a títulos como “Lo que el viento se llevó” (“Gone with the Wind”, EE.UU., 1939), “Casablanca” (EE.UU., 1942), o “Los Diez Mandamientos” (“The Ten Commandments”, EE. UU., 1956), ya que habían adultos jóvenes en el grupo.
Para mi sorpresa, con la excepción de “El ciudadano Kane” (“Citizen Kane”, EE. UU., 1941), que está omnipresente en todas las listas de mejores películas (aunque pocos las hayan visto), los nombres que salieron fueron: “Blade Runner” (EE. UU., 1982), “La guerra de las galaxias” (“Star Wars”, EE. UU., 1977), “Tiburón” (“Jaws”, EE. UU., 1975) e incluso “Un experto en diversiones” (“Ferris Bueller’s Day Off”, EE.UU., 1986). Para hacerme sentir como un abuelo, alguien escribió “No vi “Lo que el viento se llevó” u otra de estas películas antiguas”.
A medida que avanzaba la discusión, aunque uno u otro mencionaba a Roberto Rosellini y Stanley Kubrick, la mayoría citaba sobreproducciones de gran público, realizadas desde los años 80 hasta la actualidad. Esto me hizo pensar en la pregunta que es el título de este texto: ¿Qué es una película clásica?
Del diccionario, en la entrada cássico, tenemos “La máxima calidad, modelo, ejemplar”, lo que sería una buena pista. Pero también tiene: “Cuyo valor ha sido puesto a prueba del tiempo; tradicional; antiguo». ¿Es esto una película clásica, una película antigua, muy bien hecha?
Si lo pensamos, ¿cómo encuadrar las películas de principios del siglo XX, mudas, en blanco y negro y con un ritmo «apresurado»? Corríamos el riesgo de descartar «Intolerancia» («Intolerance: Love’s Struggle Throughout the Ages», EE.UU., 1916) y «El nacimiento de una nación» («The Birth of a Nation», EE.UU., 1915) de DW Griffith, «Nosferatu» («Nosferatu, eine Symphonie des Grauens», ALE, 1922) de Murnau, «Metrópolis» («Metropolis», ALE, 1927) de Fritz Lang y «El acorazado Potemkin» («Bronenosets Potemkin», RUS, 1925) de Eisenstein. Diez de cada diez estudiosos del cine los clasificarán como clásicos.
Alguien seguramente recordará que un clásico debe tener un tema serio. Bueno, ¿qué podemos decir de las innumerables animaciones de Walt Disney y sus competidores? ¿Deberíamos dejar de lado las maravillosas comedias mudas de Charles Chaplin, Buster Keaton y Harold Lloyd?
Mis compañeros críticos de cine ya deben estar reclamando las películas de Alfred Hitchcock, Roberto Rossellini, Ingmar Bergman, John Huston, Akira Kurosawa, Stanley Kubrick, etc.
En este punto, es posible que algún lector ya se esté preguntando: ¿Y los cineastas brasileños? ¿Cómo no clasificar como clásica “Dios y el diablo en la tierra del sol” (“Deus e o Diabo na Terra do Sol”,BRA, 1964) de Glauber Rocha, “Cangaceiro” (“O Cangaceiro”, BRA, 1953) de Lima Barreto, “Como Era Gostoso o Meu Francês” (BRA, 1971) de Nelson Pereira dos Santos y “Macunaíma” (BRA, 1969) de Joaquim Pedro de Andrade? Y es imposible no sumar al ganador de la Palma de Oro de Cannes “El pagador de promesas” (“O Pagador de Promessas”, BRA, 1962) de Anselmo Duarte, aunque los intelectuales amenacen con despellejarme vivo por ello.
La verdad, mis queridos lectores, es que al igual que el idioma que se habla, la gente no siempre acepta los conceptos que determinan los estudiosos. El concepto de película clásica sigue el mismo camino. Para la mayoría de la gente, una película clásica es una película de gran impacto, ya sea por costo de producción, éxito de taquilla o incluso sobreexposición en los medios.
Es por ello que sus colegas en el grupo citaron lo que consideraban como clásicos: “Titanic” (EE.UU., 1997), “El señor de los anillos: La comunidad del anillo” (“The Lord of the Rings: The Fellowship of the Ring”, EE. UU. / Nueva Zelanda, 2001), “Matrix” (“The Matrix”, EE. UU., 1999), “E.T., El Extraterrestre” (“E.T. the Extra-Terrestrial”, EE. UU., 1982) y “Avatar” (EE. UU., 2009).
Ciertamente cada uno elegirá una lista diferente de películas, porque asociará el tema con los títulos que se han conservado en su memoria. Lejos de ser un problema, muestra la riqueza del cine como Arte, que logra imprimir su huella indeleble en cada individuo de una manera única y perfecta.
Aunque defendiendo este concepto, que sin duda provocará la ira del cinéfilo raíz, aconsejo a los amantes del cine que amplíen sus horizontes, buscando películas de distintas épocas, autores y temáticas, disponibles tanto en soportes físicos de buena calidad como DVD y Blu- Ray, así como en los servicios de transmisión por Internet.