«Borgen», arte y vida, ¿quien imita a quien?

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El que acompaña esta columna sabe que adoro las series y películas escandinavas, tanto por el contenido diferenciado, como por el enfoque creativo y de una osadía inconcebible en las producciones americanas. Y lo mejor de todo, no se limita al género policial, que tiene magníficas series como “Bron (El puente)” («Bron/ Broen», SUE / DIN 2011), pero también sobre la corrupción corporativa «Bedrag» (DIN, 2016), el papel de la prensa en «Pressa» (ISL, 2007), y sobre el mundo político, que es el caso de «Borgen» (DIN, 2010).

«Borgen», que significa castillo o fortaleza en danés, fue una serie producida en Dinamarca entre 2010 y 2013, y llevado al aire tres temporadas con diez episodios cada una. Esta serie, considerada una de los mejores de todos los tiempos, ha recibido numerosos premios, entre ellos, BAFTA, Montecarlo y Biarritz, y muchos se quejan que ha sido suspendida cuando estaba en el auge de la popularidad.

Para darles una idea, durante la primera temporada, la media de espectadores por episodio en Dinamarca fue de 1,5 millones. Para los estándares brasileños puede ser poco, pero si tomamos en cuenta que la población entera del país se sitúa por debajo de seis millones de habitantes, ese número asume una gran importancia relativa. Esto es todavía más curioso, porque no hay escenas de acción, sexo u otros elementos comunes en las series más populares.

El personaje central de Borgen es Birgitte Nyborg (Sidse Babett Knudsen), una política de un partido moderado que lucha entre las complejidades del Parlamento para mantener su país lejos del extremismo, y con la garantía de derechos como transparencia, integración y igualdad. Para esto, ella debe enfrentarse a los políticos experimentados como Lars Hesselboe (Søren Spanning) y Svend Åge Saltum (Ole Thestrup), y también el agresivo periodista Michael Laugesen (Peter Mygind).

Nyborg también tiene sus aliados, como el fiel amigo y mentor Bent Sejrø (Lars Knutzon), y su «spin doctor» Kasper Juul (Pilou Asbæk). Kasper es uno de los personajes más interesantes de la serie, con un pasado trágico y misterioso, y que se convierte en la eminencia gris del gobierno de Nyborg, anticipándose a todos los movimientos de sus oponentes. En la tercera temporada, esta posición está a cargo de Katrine Fønsmark (Birgitte Hjort Sørensen), una periodista bella y ambiciosa, que renuncia a la fama para participar en un movimiento político que cree.

A lo largo de las tres temporadas acompañamos el ascenso y caída de Nyborg, que llega a ocupar el cargo de primera ministra de Dinamarca, aunque eso terminó le costando el matrimonio y hasta la salud de los hijos. En realidad, este es un diferencial de la serie, donde los protagonistas son seres humanos normales, que tienen que lidiar tanto con las tramas políticas como con las dificultades del día a día, como familia, dinero, etc..

Es muy interesante, sobre todo para los brasileños, acostumbrados a autoridades repletas de privilegios, observar que hay personas que ocupan altos cargos políticos en sus países y que andan en metro y bicicleta, tienen que llevar hijos en la escuela y tantas otras obligaciones de cualquier padre. Por aquí, hasta las niñeras son nombradas para recibir la salarios del govierno y nadie imagina que una autoridad se desplace sin ser en un coche blindado y con fuerte escolta.

Otro aspecto interesante de la serie es sobre el papel de la prensa, donde periodistas como Torben Friis (Søren Malling) y Hanne Holm (Benedikte Hansen) luchan por mantener la credibilidad de la noticia, mientras que el tabloide Ekspress de Michael Laugesen siempre busca el sensacionalismo.

Tal vez algunas cosas mostradas en la serie puedan parecer absurdas o irreales para nosotros, como un primer ministro tener el cargo amenazado porque pagó un gasto personal con una tarjeta corporativa. Aún más, cuando el hecho de haber sido sorprendido conduciendo bajo la influencia del alcohol puede impedir que alguien sea ministro. En nuestras tierras, incluso un condenado puede ser ministro – a menos que sea del PT, obviamente.

Estos aspectos culturales son, quizás, el más atractivo, al ver una serie como «Borgen». Muchos pueden incurrir en el error de creer que es mentira, que es un pueblo muy ingenuo, o cualquier alegación de éstas. En realidad, necesitamos entender que las culturas de los pueblos son diferentes, y eso no implica que la de ellos sea peor o mejor que la nuestra. Son esas diferencias que hacen al mundo divertido y atractivo, a pesar de todas las dificultades por las que pasamos.

Hablando en dificultades, Borgen tiene la calidad de traer a la superficie aspectos de la vida cotidiana que aún son espinosos e indefinidos, como la prostitución como profesión legal, tolerancia religiosa, preservación del medio ambiente, etc.. Cada episodio que discute uno de estos temas lo hace de una forma interesante, como el final desastroso de una cena romántica revela el lado cruel de la producción industrial de la carne de cerdo.

Todo lo que vemos en la pantalla se basa en los medios de comunicación y partidos políticos reales de Dinamarca. Sin embargo, varios políticos fueron acusados de aprovecharse de asuntos levantados por la serie para defenderlos en la vida real. Lo más curioso fue el caso en que el actor Pilou Asbæk, que da vida al «Spin Doctor» Kasper Juul, fue invitado por los partidos políticos para hablar con sus respectivos spin doctors en un foro público. Es el arte extrapolando sus límites en la vida real. Tal vez por eso Helle Thorning-Schmidt, que fue primera ministra de Dinamarca entre 2011 a 2015, afirma que nunca ha visto la serie, para no ser influenciada por el carácter de Nyborg.

La serie «Borgen» trae una interesante vista de un país poco conocido, pero ampliamente elogiado en cuestión de calidad de vida, mostrando una cultura diferente, pero no menos emocionante. La serie tiene el mérito de llevar a la discusión problemas universales, y siempre busca mostrar una visión equilibrada para la resolución de los mismos.

 

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