Artículo: El cine, sólo en el cine?
En una de las muchas discusiones en línea que llevamos a cabo en el grupo SetCenas, cuando comenté que un título ya estaba disponible para descarga, un colega comentó que ellos preferían ver las películas en el cine. Ese comentario me hizo parar a pensar en la experiencia de ver una película en una sala de cine.
De hecho, al ser uno de los más antiguos del grupo, puede ser que yo sea lo que más ha asistido películas en salas de cine, desde la década de 1960 hasta la actualidad. Por lo tanto, estoy de acuerdo con mi colega, por considerar que el acto de ver una película en una sala adecuada es sin duda una experiencia única.
Después de todo, estamos allí, un grupo de desconocidos, compartiendo la complicidad de absorber aquel momento en que las imágenes y los sonidos nos llevan a experimentar placer, tristeza, ira, y muchas otras emociones que los autores se esforzaron tanto para nos transmitir.
Mis primeros momentos conscientes en una sala de cine fueron en mi amado Cine Avenida, el teatro principal de Santa Rita, ciudad en la región metropolitana de João Pessoa. En ese momento, cada ciudad tenía al menos un cine, ya que éste era, en palabras de la consigna de la hora, «la mejor diversión.»
De los westerns de las matinés dominicales, pronto empecé ver películas épicas que abundaban en la década de 1960, pasando a una gama más variada en la década de 1970, teniendo en cuenta la impresionante variación que proporcionaba la única sesión diaria del cine.
Curiosamente, el confort no era tan exigido. La mayoría de las salas utilizaba sillones de madera, y la ventilación era natural, sólo con la ayuda de potentes ventiladores para combatir el calor abrasador del nordeste brasileño. Aire acondicionado sólo en algunos cines de la capital, como los imponentes Plaza y Municipal.
Para nosotros, los niños y adolescentes, ir al cine era algo tan natural como respirar, principalmente debido a la abundancia de las salas disponibles. En João Pessoa, además de los ya mencionados Plaza y Municipal, habia los cines Rex, Brasil, Filipéia, Astoria y San Pedro, solo en el centro de la ciudad.En el barrio de Jaguaribe, donde solía a pasar las vacaciones en la casa de mi abuelo, existían los cines Santo Antonio, Jaguaribe y San José, una pequeña sala de cine que estaba muy cerca de nuestra casa.Detalle, incluso esto último, que era pequeño, tenía más de seiscientos lugares.
Lo que era común a todos era una gran pantalla, que muestraba la magnificencia de una imagen proyectada en una calidad insuperable hasta hace pocos años y un sonido que lo más probable era mono, distribuido a través de altavoces estratégicamente situados en la sala.
Para mí, la experiencia de ir al cine era algo mágico. Más que solament ver una película, he creado un ritual: llegar temprano, meticulosamente elegir un sillón en una sala casi vacía, abrir un libro y disfrutar de una música de buena calidad, elegida por João do Cinema, hasta el comienzo de la película .
Aunque para algunos ir al cine era una experiencia colectiva (principalmente las parejas de novios), siempre me ha gustado hacerlo solo. Hay, por supuesto, una interacción entre los espectadores, como los gritos para volar el ave símbolo de Condor Films, o el aplauso en una escena más emocionante.
Pero ver una película en una sala de cine trae una tensión diferente, la sensación de que si quitarmos el ojo pantalla perderemos alguna escena importante. ¡ Ir al baño, entonces, de ninguna manera! Por supuesto, esto en una época en que la gente no hablaba durante la película o contestaba el móvil – que aún no existía.
Hubo un tiempo, sin embargo, de decadencia de las salas de cine, motivada por un modelo de distribución obsoleto, la llegada de la televisión en color y VCR, y equipos cada vez más sofisticados para ver las películas en casa.Vine a presenciar el cierre de los cines tradicionales de Natal, los cines Nordeste, Rio Grande, Rio Verde y las dos salas Severiano Ribeiro del centro comercial Natal Shopping.
Para dar un ejemplo de desprecio por las salas en aquella época, en una de las salas del Natal Shopping, constaté un problema en el sonido en uno de los altavoces, y después de un intervalo de seis meses encontré el mismo defecto – aunque yo había advertido a la administración en la primera vez.
Alrededor de este tiempo me había comprado un reproductor de DVD a través del «importabando», y con un receiver Pionneer de entrada y un conjunto de altavoces JBL, me di cuenta que el sonido que tenía en casa era mejor que el del cine.
Esto ha cambiado mucho con la llegada de las salas multiplex, con sonido multicanal, proyección digital, certificación THX, efectos subsónicos, sillas de vibración, y otras novedades.Por desgracia, también llegaron los baldes de palomitas de maíz y gaseosas, teléfonos móviles, y la creciente falta de civismo de los espectadores que no respetan el espacio de los demás.
El ambiente doméstico también tuvo avances sorprendentes, con pantallas de tamaños y resolución cada vez mayores, receptores y altavoces de calidad sobresaliente, y recursos de medios como Bluray, Netflix y otras fuentes que se pueden transmitir por cable, sin hilos o incluso Bluetooth.Y todo eso con sonido multicanal en los últimos estándares de Dolby True HD o DTS-HD Master Audio, en seis, ocho o nueve canales, e incluso con certificación THX – la misma de los cines!
En apoyo al sofá, se puede optar por ver lo que quiera, siempre que lo desee, con o sin bocadillo, pudiendo parar para ir al baño o contestar el teléfono, y todo esto con la calidad que el bolsillo – o el patrón de exigencia – determinar.
Y entonces, ¿cuál es el mejor, el cine o el sofá?Esta es una respuesta que depende de cada uno, de sus necesidades y disponibilidades, de factores que van desde la pereza para salir de casa, el miedo de la violencia, e yendo a la determinación pura y simple del mencionado colega que prefiere a ver las películas en el cine.Lo que importa es el amor por el cine.